Es un hecho. Digan lo que digan los negacionistas como Donald Trump nos encontramos ante una crisis climática sin precedentes. No en vano, según los expertos climáticos de la ONU, si no empezamos urgentemente a cambiar nuestros hábitos, en 2030 el colapso climático será una realidad. Seguramente estés leyendo estas líneas con cierta impotencia. O quizás sientas que tus pequeñas acciones para cuidar la Tierra no pueden hacer nada al lado de la falta de compromiso de la mayoría de gobiernos y grandes multinacionales.
Pero aún hay motivos para la esperanza. Tal y como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, es capaz de cambiar el mundo. Y la suma de nuestras acciones individuales puede desencadenar un cambio global a mejor. Por eso, te dejamos algunas ideas para que combatas la emergencia climática en tu día a día.
No desperdicies la comida
Cada español tira a la basura 250 euros en comida al año. No es una exageración. Según datos de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) cada ciudadano de nuestro país arroja al contenedor medio kilo de comida a la semana, lo que equivale a esta cifra anual. No se trata únicamente de un gasto económico, ya que cada vez que desperdicias alimentos estás tirando también los recursos naturales utilizados para su cultivo,elaboración, envasado y transporte.
Ten en cuenta que la industria alimentaria es una de las más contaminantes, por lo que puedes reducir el despilfarro con pequeños trucos como planificar el menú semanal, elaborar la lista de la compra para evitar los impulsos en el supermercado o utilizar las sobras para elaborar nuevas recetas.
Reduce el consumo de carne
Quizás te cueste asumirlo, pero una de las acciones más poderosas que puedes hacer por el planeta es reducir el consumo de carne. No en vano, según la FAO, la ganadería industrial es responsable de hasta el 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo que lo sitúa como el segundo sector más contaminante tras el transporte.
Así que la próxima vez que volviendo de fiesta de madrugada te apetezca comerte un kebab, piensa que igual podrías sustituirlo por un falafel o una pizza de verduras. Si por el momento no te planteas el vegetarianismo o el veganismo, pero quieres encaminarte hacia una alimentación más consciente y responsable con la naturaleza, puedes empezar por tratar de reducir el consumo semanal de carne roja. Los expertos estiman que si la ciudadanía norteamericana redujese a la mitad el consumo de carne de res la industria cárnica podría llegar a ser medioambientalmente sostenible.
Compra productos de proximidad
“Estos tomates saben a tomates de verdad”. Seguramente te has sorprendido pronunciando esta frase o escuchándosela a alguien después de probar una hortaliza recién recogida del huerto. Puede parecer postureo, pero es realidad. Frente a los productos cosechados al otro lado del océano, transportados en avión y madurados en cámaras frigoríficas durante semanas o incluso meses, consumir productos locales es una alternativa maravillosa. No se trata solo de que estos alimentos son más sabrosos y de mejor calidad, sino de que al apostar por productos de cercanía reduces la huella medioambiental derivada del transporte de los alimentos y das aliento a los pequeños comercios de tu zona.
Pero no te quedes solo en los alimentos. Desde la ropa que usas hasta el maquillaje que te pones puede ser sostenible y respetuoso con el entorno. Apoya a aquellas empresas o proyectos que sean coherentes con tus valores.
Apuesta por el transporte sostenible
Hay quien sostiene que algo no funciona en una sociedad en la que es normal ir al gimnasio en coche para montar en una bici estática. Y no hace llegar a estos extremos para reflexionar sobre cómo nos movemos en nuestro día a día. Si vives en una ciudad, seguramente puedas llegar a clase o al trabajo sin problemas en transporte público. Si no te convence esta opción, los patinetes eléctricos son una nueva alternativa. Aunque lo más ecológico, sostenible y saludable sigue siendo la bicicleta tradicional. Al pedalear liberas endorfinas, tonificas tus músculos y además ahorras un dineral. ¿No es mal plan, no? En cualquier caso, si vives fuera de núcleos urbanos o no te queda más alternativa que usar el transporte privado, siempre tienes la opción de hacer viajes compartidos.
Cuando hablamos de repensar el transporte, nos referimos también a planificar tus viajes. Pregúntate si tiene sentido coger un avión para trayectos cortos, pues los viajes aéreos de poca distancia contaminan proporcionalmente mucho más: Debido a los efectos de la altitud, el combustible que queman los aviones en el aire es casi el doble del que emplearían en la tierra. Por ejemplo, en el puente aéreo entre Madrid y Barcelona, se emiten unos 70 kilos de dióxido de carbono por pasajero. Si lo piensas, practicamente equivale a tu peso y al de tu equipaje de mano en gases contaminantes. Se trata de una cifra que quintuplica a la del tren y es mucho más elevada que la del autobús, por lo que siempre que puedas usa medios alternativos al avión.
Renuncia al plástico
Ir a la máquina expendedora y seleccionar una botella de agua es un gesto que apenas dura unos segundos, pero sus consecuencias se mantienen durante siglos. Porque, de media, estas botellas tardan 500 años en descomponerse. Y así sucede con decenas de productos de plástico que usamos en nuestro día a día y que acaban en la papelera unas horas después. Y aunque reciclar es importante, no es suficiente. Porque ni todo lo que arrojamos al contenedor amarillo acaba teniendo una nueva vida ni la solución se limita al reciclaje.
Si de verdad quieres comprometerte con el planeta, intenta aplicar en tu día a día la regla de las 3 “R”: Reducir, reciclar y reutilizar. Antes de comprar algo, piensa si realmente lo necesitas. Tira de creatividad con los objetos que tengas en casa y, cuando algo ya no te valga, dale un nuevo uso. Y si no te queda más remedio que tirarlo, asegúrate de que se recicle. Además es importante que sustituyas los productos de plástico de usar y tirar por otros más duraderos. Sencillos gestos como llevar siempre una cantimplora en el bolso, usar bolsas de tela o cepillos de dientes de bambú son los que marcan la diferencia.
Ahorra agua
Algunos expertos sostienen que las guerras del futuro ya no serán por petróleo, sino por agua. No queremos ser alarmistas dibujando un futuro distópico similar al de la película 'Mad Max', pero lo cierto es que el agua es el bien más preciado de nuestro planeta y lo malgastamos como si fuera un recurso inagotable. Si quieres preservar este oro líquido puedes ahorrar realizando pequeños trucos como meter dos botellas llenas en la cisterna del inodoro. Con este gesto ahorrarás entre dos y cuatro litros cada vez que tires de la cadena. Y ahora, que el frío del invierno aprieta y cuesta meterse en la ducha, puedes aprovechar el agua que cae mientras esperas a que se calienta. Pon un pequeño cubo o un balde y utilizalo después para regar las plantas o fregar el suelo.
Difunde tu ejemplo en tu entorno
Hay un viejo lema que dice que el mundo no cambia con tu opinión, sino con tu ejemplo. Si incorporas estos pequeños gestos sostenibles en tu día a día y se los transmites a tus compañeros de oficina, a tus amigos o a tu familia, ya tendrás mucho ganado. Sabemos que a veces es agotador hacer pedagogía y no hace falta que te conviertas en activista medioambiental a tiempo completo, pero si explicas lo bien que te sientes desde que participas en el grupo de consumo de tu barrio, lo mucho que agradece tu piel la cosmética natural o lo que has ahorrado en la factura del agua desde que haces un uso responsable, seguro que la gente está dispuesta a escucharte. Y quizás, plantando estas pequeñas semillas en tu día a día, consigas hacer florecer las conciencias de tu alrededor y darle un soplo de aire al planeta.
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