Este sitio web tiene ciertas restriucciones de navegación. Le recomendamos utilizar buscadores como: Edge, Chrome, Safari o Firefox.
A los 50 ya no somos invisibles

A los 50 ya no somos invisibles

Érase una vez, no hace tanto tiempo, que una mujer quedaba discretamente apartada del escenario mediático (y social) al traspasar el umbral de los 50. 


Una invisibilidad especialmente patente en el universo de la moda, la belleza y la publicidad, ámbitos tradicionalmente ligados a la juventud, y donde las arrugas y las canas eran unas señales incómodas que encajaban mal en la estética dominante. Como bien ilustra el dicho, a esas edades, “ya estaba todo el pescado vendido”. Y quien desafiaba esa norma no escrita era considerada como una rareza simpática.

Pero algo ha empezado a cambiar. 

Ya no resulta exótico ver a mujeres maduras ocupando portadas de revistas de moda, desfilando en pasarelas internacionales, encabezando campañas de belleza o ganando seguidores en Instagram. Ha habido un cambio de rumbo, impulsado por el creciente movimiento a favor de la inclusividad y la diversidad. No ha sucedido de la noche a la mañana, pero sí con la celeridad suficiente como para sacudir inercias y hacer que la sociedad, en general, y la industria, en particular, se haya apresurado a leer estas señales como el inicio de un nuevo modelo al que ahora muchos intentan adaptarse con más o menos acierto.

Las mujeres de más de 50 también somos tendencia 

Que una mujer de 60, o más, protagonice una campaña de cosmética ya no es una excentricidad, como tampoco lo es que algunas de mis coetáneas ganen visibilidad en espacios y ambientes hasta hace poco reservados a nuestros cachorros: redes sociales, editoriales de belleza y moda, publicidad, círculos creativos... Una presencia que va más allá de la anécdota o la cuota simbólica y es la constatación de que algo se mueve.

Este simple, y rápido, cambio es probablemente una huida hacia delante. Con una población que envejece, a la sociedad y a la industria no les queda más remedio que abrir los ojos. Y así es. 

Entre los iconos del momento, hoy podemos encontrar mujeres con los 50 superados que también deslumbran por su imagen, por su talento o por su discurso. No me atrevería a decir que envejecer está de moda. Pero casi. Y verse representada, en vez de ninguneada, no está mal.

Canas a la vista en galas y pasarelas

A principio de año, contemplábamos a Salma Hayek en los Globos de Oro con unas raíces plateadas que hace una década cualquier estilista habría considerado un desastre imperdonable. Tres meses después, en la gala Breakthrough Prize Awards, la actriz se refirió a sus mechones como “el pelo blanco de la sabiduría” y volvió a posar sin complejos. Y en mayo ha sido la chica de portada (a sus 58 años) del siempre esperado número de baño de Sports Illustrated. Igualmente, desde hace varias ediciones, Andie MacDowell ha hecho de sus rizos grises una declaración de estilo y actitud en la alfombra roja del Festival de Cannes.

Son actos que importan, porque legitiman lo que muchas mujeres anhelan en privado: vivir la edad sin vergüenza ni camuflajes. Como ellas, otras mujeres anónimas alimentan el movimiento #Silversisters, una comunidad digital orgullosa de sus canas y dispuesta a saltarse los cánones. Porque las redes también pueden servir para eso: para mostrar lo que somos, más allá del filtro y el postureo.

¡Cómo hemos cambiado!

Probablemente, antes que las imágenes, fueron las palabras las que anunciaban esa transformación. Aquello que antaño se decía con cierta sorna, ‘cincuentona’, hoy tiene una variante más amable: ahora somos ‘cincuentañeras’; un término que refleja cómo los 50 se han convertido ‘oficiosamente’ en los nuevos 30. 

Y detrás de todo esto, hay toda una generación muy alineada con su tiempo y con su cuerpo que ha hecho suya una estética nueva que no se limita a sobrellevar la edad, sino que la lleva con intención. 

Nos cuidamos, claro que sí, pero no para esconder los años, sino para celebrarlos con nuestra mejor versión. Ya no militamos en las filas del antiaging con la vana esperanza de revertir los signos del paso del tiempo, sino que nos decantamos por el wellaging, porque apostamos por acompañar el paso del tiempo con bienestar, sentido y estilo.

Lo que nuestras madres no tuvieron, hoy nosotras podemos disfrutarlo: lucir nuestra edad como se nos antoje, exprimiendo nuestra madurez al máximo. Lo observo a mi alrededor. 

Nos apuntamos a carreras populares (bueno, yo por ahí no paso), hacemos yoga o bailamos zumba; seguimos estudiando (yo no perdono mi clase de inglés semanal, mi amiga Esther recién jubilada se ha apuntado a una academia de ajedrez, y Gloria, antes enfermera, a sus 50 se reconvirtió, con ilusión y mucho tesón, en médico de familia). 

También protagonizamos cada vez más amores a destiempo, segundas oportunidades inesperadas y bodas con más de 55. Todo es posible, incluso empezar de nuevo.

Ninguna fingimos tener treinta, ni pretendemos competir con las amigas veinteañeras de nuestros hijos. ¿Nos gustan las arrugas? No ¿Nos reímos de ellas? Depende del momento, porque, sinceramente, hay días en los que preferimos no mirarnos al espejo. Pero algo estamos aprendiendo: los años ayudan a depurar prioridades, nos ofrecen más autoridad para decir que no y abonan el terreno para nuevos sí. Ha llegado el momento de cuidarnos sin presión, de hacerlo porque nos sienta bien a la cara y al alma. Punto. 

¿Pero este avance es real o marketing?

Pero no soy ingenua, cada vez que aplaudo una portada silver, levanto una ceja, porque mi Pepito Grillo interior me recuerda que el mercado nunca da puntada sin hilo. 

¿Estamos ante un avance real o es puro cálculo de marketing? ¿Nos muestran porque nos reconocen o porque somos un target atractivo con poder adquisitivo? Probablemente ambas cosas. Forma parte de las reglas del juego.

Si los medios de moda y la industria nos ‘adoran’ para hacer su silverwashing, aprovechemos el trampolín. Si nos han convertido en tendencia, hagamos que el viento sople a nuestro favor. Porque menos mal que hay marcas que nos escuchan, que nos sientan en sus paneles de consumidoras y sus focus group de productos. Saben que decidimos con la cabeza, con el corazón y también con la cartera.

La pregunta sigue ahí: ¿estamos ante un cambio de paradigma o solo es un cambio de escaparate? ¿Qué opinas?

 

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben ser aprobados antes de su publicación.

Shopify optimized by Thails