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Cómo ha cambiado la moda de la piel bronceada a lo largo de los años

Cómo ha cambiado la moda de la piel bronceada a lo largo de los años

El arte del bronceado (sin sol): de Coco Chanel a los polvos de sol actuales 🌞

Una historia de piel dorada

Hablar del bronceado moderno es empezar por mencionar, inevitablemente, a Coco Chanel. No solo cambió las reglas de la moda, sino también las de la belleza imperante. Por esnobismo, o no, fue ella quien instauró un nuevo ideal estético. Sucedió hace aproximadamente un siglo, cuando tras un viaje a la Riviera, la modista apareció con la piel dorada. Y esa imagen transformó el significado del moreno, que pasó de atributo campesino a convertirse en una declaración de estatus y símbolo del savoir-vivre. A partir de entonces, tomar el sol se puso de moda. 

Con el tiempo, el bronceado fue despojándose de ese halo elitista, y ya en los años 60 y 70 se consolidó como la estética estival de una sociedad que empezaba a descubrir el placer del tiempo libre. La creciente clase media se entregó con entusiasmo al moderno hábito de pasar los días en la playa, como parte esencial del veraneo. Y así, nuestras costas se convirtieron en ese nuevo place to be donde acudíamos cada verano ávidas de sol (y de moreno). 

Vacaciones de sol y playa

La popularización del biquini, que pasó de prenda de provocación a básico imprescindible, acentuó aún más el deseo de broncear cada centímetro de nuestro cuerpo. Y mientras nuestras pieles mediterráneas se tostaban con cierta facilidad, las de nuestros visitantes del norte, pálidas por naturaleza y con pocos melanocitos que activar, se encendían con rapidez hasta adquirir tonos más próximos al rojo de las gambas del chiringuito que al moreno mediterráneo.

Tomar el sol no era solo una moda: era una prueba social. De las vacaciones, había que volver morena; era el mejor souvenir de ese tiempo de ocio y disfrute. La televisión, la publicidad y las portadas de las revistas alimentaron este deseo colectivo, mostrando los rostros y cuerpos bronceados de los famosos, como la prueba visible e irrefutable, de lo que significaban unas buenas vacaciones.

Y en ese contexto, con el fin de conseguir rápida e intensamente ese look oficial del verano, se cometieron muchas locuras. Desde aplicarse aceites de zanahoria que cocinaban la piel hasta embadurnarse de Coca-Cola, Betadine o mantequilla para acelerar (presuntamente) el moreno. Las cremas con protección solar simplemente no entraban en el plan: ni existían, ni se buscaban, ni se las esperaba.+

Bajo un sol abrasador

Corrían los 80 y 90, y la ciencia empezaba a demostrar que estar moreno tenía consecuencias para la salud y la estética. Pero renunciar al bronceado, tan arraigado ya en el imaginario estival, no parecía ser una opción. Algunas, las más concienciadas, se ‘protegían’ con un SPF 6 con la convicción de estar combatiendo el daño solar.

El moreno, cuanto más oscuro, mejor. Esa era la consigna, y no importaba si para ello, la piel quedaba más opaca, o perdía luminosidad, era un daño colateral en el que apenas se reparaba entonces. Mientras tanto, las cabinas de rayos UVA hicieron su agosto. Se presentaban como la panacea: bastaban unos minutos para salir ‘con color’ y con el convencimiento (erróneo) de haber sorteado el riesgo real. 


 

Del moreno marbellí a una piel besada por el sol 

Pero con el nuevo milenio algo cambió. El canon estético ha evolucionado, y también el discurso en torno al bronceado. Ya no buscamos esa piel carbonizada, que en su día bautizamos como ‘moreno marbellí’ tan celebrado en el papel couché de la época. Hoy aspiramos a algo más sutil que llamamos efecto sunkissed (¡una metáfora de lo más acertada!). La nueva estética del bronceado sugiere una piel jugosa y cálida, con glow, que evoca el resplandor de una piel dorada bajo la luz de una tarde de verano. Una versión más favorecedora, e inteligente, de lograr esa deseada buena cara.

La piel de verano ya no necesita sol

Y aunque la ciencia ha sido clara sobre los riesgos del sol (envejecimiento prematuro, manchas, daño celular...), también se sigue invocando su lado bueno que, con medida y precaución, puede ser un aliado, porque nos mejora el ánimo, favorece el sueño, nos recarga de energía y estimula la síntesis de vitamina D.

En cualquier caso, el bronceado nos sigue seduciendo. No entendemos el verano sin color. Por suerte, hoy contamos con formas más sensatas de realzar ese tono dorado sin arriesgar tanto la piel. La cosmética y el maquillaje han puesto a nuestro alcance unos aliados eficaces para conseguir esa buena cara de vacaciones, sin caer en los excesos solares. 

Los polvos de sol se han convertido en el comodín perfecto para conseguir ese glow estival. La nueva generación de estos productos es todo un prodigio de laboratorio. Nada que ver con aquellas primeras tierras de sol: demasiado mates, demasiado naranjas, demasiado evidentes. Su evolución ha sido imparable, y hoy, las fórmulas como la de los Polvos de Sol Bronceado Mediterráneo se funden con la piel, la dejan respirar y se adaptan al tono con naturalidad.

Sol a medida: tu bronceado mediterráneo empieza aquí

Solo necesitas una brocha (o los dedos), un espejo y un minuto para transformar el gesto cansado y opaco de oficina por uno radiante y descansado. Una de las formas más sencillas y efectivas para lograr el efecto buena cara de las vacaciones es combinar polvos de sol con un poco de rubor. El colorete, en rosa, frambuesa o melocotón (los nuevos tonos Gigi, Emma o Rue de Saigu son perfectos), despierta la piel y pone ese punto de sonrojo que tanto favorece, y rejuvenece.

Luego, aplica alguno de bronzers de Saigu. Te sugerimos que pruebes los Polvos de sol Bronceado Mediterráneo y luego un toque de alguno de sus coloretes en polvo como Altea, para acabar con una caricia de iluminador. Su textura fina y su acabado imperceptible, permiten modular la intensidad con naturalidad, adaptándose al tono de la piel sin sobrecargarla para conseguir un bronceado natural de diosa mediterránea. 

 

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